Por lo general, en la vida de todo ser humano siempre se hace presenta la pregunta "por qué". Siempre queremos tener conocimiento sobre todo. Es tanto el vicio y el deseo que muchas veces nos volvemos esclavos de nuestros pensamientos, nos convertimos en seres egocéntricos que creen saberlo todo. Odiamos no poder tener la última palabra y sobre todo, odiamos que nos corrijan, que nos digan qué hacer y cómo hacerlo. Somos enemigos del pensamiento ajeno.
Por más triste que suene, esto es símbolo de envidia y rebeldía, pertinencia y ambición. La gula intelectual (o al menos la de saber todo) es la más peligrosa de todas, es la primera que envenena y deteriora al organismo. Nos volvemos seres inútiles pero elocuentes. En el afán de decir o hacer todo a la perfección, nuestro subconsciente nos delata, nos falla y finalmente la realidad se hace presente. Sale a la luz un ser ínfimo y triste cuyo vacío trata de eliminarlo con conocimiento. Éste pensamiento y sentimiento es el más triste de todos y sea reflejo del mismo demuestra su miseria.
Por más triste que suene, esto es símbolo de envidia y rebeldía, pertinencia y ambición. La gula intelectual (o al menos la de saber todo) es la más peligrosa de todas, es la primera que envenena y deteriora al organismo. Nos volvemos seres inútiles pero elocuentes. En el afán de decir o hacer todo a la perfección, nuestro subconsciente nos delata, nos falla y finalmente la realidad se hace presente. Sale a la luz un ser ínfimo y triste cuyo vacío trata de eliminarlo con conocimiento. Éste pensamiento y sentimiento es el más triste de todos y sea reflejo del mismo demuestra su miseria.
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